Decir “todos” para un grupo de hombres y mujeres es machista. Eso es una realidad. Lo que pasa es que no se puede pelear contra eso. Forma parte de la gramática española. Intentar cambiarlo es normalizar que nos controlen el lenguaje. La prueba está en que “todos” puede incluír a hombres y mujeres, y a hombres solos, pero no puede incluír a mujeres solas. No excluye a las mujeres. Simplemente las considera un subtipo de hombres.

 Las personas pueden tener sexo biológico, los seres inanimados, no. De manera que en la referencia a personas, siempre se impone el sexo biológico. De ahí que podamos de “profesor” y “profesora”, pero no “el baño” y “la baña”, como un femenino de “baño”. En lo lingüístico, pues, el sexo biológico impone semánticamente el género gramatical.

Ocurre también que, en ciertas ocasiones, la terminación “o” puede ser genérica, como el caso de la palabra “modelo”. Uno puede decir “las modelos” y se refiere solo a mujeres. Esto porque “modelo” es un objeto, como un modelo para armar o un modelo estadístico. Todo lo contrario a palabras bien humanizadas como “abogado”. Cuando una mujer se gradúa de “abogado”, como diría su título universitario, se gradúa también de Hombre.

Otro problema es que muchas veces el género femenino se convierte en marca de identidad social y posición política feminista. Cuando una mujer dice de sí misma “presidenta” o “lideresa” o “portavoza” (como dijo una española por allá en los años 80s) se está posicionando como agente político de lucha por los derechos de la mujer. En estos casos, el femenino no sería necesario, porque “presidente” y “líder” sí son palabras genéricas.

Se burlan del lenguaje incluyente preguntándose por qué los hombres no exigen que se les llame “el víctimo” por “la víctima” o “el persono” por “la persona”. Pues bien, el feminismo tampoco reclama “la testiga” por “el testigo” o “la sera humana” por “el ser humano”, aunque sí hay “la colectiva feminista” y “la cuerpa”, que me parecen hermosas transgresiones intencionales y no errores.

Hay sufijos realmente neutros en español como “ente”, “ista” o “al”: el y la estudiante, el y la residente, el y la periodista, el y la deportista, el y la corresponsal. Otros sufijos de procedencia griega quedaron con terminación -a pero son masculinos, como problema, dilema, morfema.

En español muchos objetos quedaron con el género que les adjudicaba algún dios romano, por eso las horas son femeninas y los meses son masculinos. Los días son masculinos. La araña es femenina aunque sea macho porque viene the la diosa griega “aracne”. Por eso el sol es masculino y la luna es femenina. Los ríos son masculinos porque eran dioses que encarnaban el agua. Y así es posible encontrar muchos paralelos más. Lo que demuestra que incluso en los objetos inanimados hay una historia de los estereotipos de género muy antigua.